Burkina Project -descripción-

"Burkina Project" es un blog personal donde describo mi visita a Burkina de la mano de la asociación catalana "Burkina Faso També" para crear varias salas de informática en escuelas secundarias de las afueras de la capital y hacer entrega de más de 300 donaciones de bicicletas a estas mismas escuelas. Para más info visita la web de Burkina Faso També: http://www.burkinafasotambe.org/ O su Facebook: http://www.facebook.com/BukinaFasoTambe

domingo, 13 de noviembre de 2011

Hasta pronto (espero)...



No quisiera extenderme mucho más, pero de alguna forma debo poner punto y final a mi breve participación en este soporte, tan bien iniciado por un polifacético anglo-argentino, al que hay mucho que agradecer por su despliegue de habilidades.
Un lapso de tiempo después y unos miles de kilómetros me han separado de lo recorrido por aquel espacio. Y quiero remitirme al momento en que Fernando Colón, antes de que el Almirante iniciara su último viaje hacia Nuevo Mundo, le requiriera a su padre con aquella famosa frase « ...cuénteme lo primero que se le ocurra... », en su intención de iniciar el relato del visionario navegante que habitó en nuestro siglo XV. Don Cristóbal comenzó con un « recuerdo... »

Y recuerdo el inmenso trajín que se vive en las calles de Ouagadogou nada más despertar el alba. Quise empaparme de su intensidad nada más levantarme, sumergiéndome en el mercado adyacente a mi puntual lugar donde pernocté las primeras noches. El espectáculo está asegurado en cuanto a la vitalidad africana se refiere. De que la vida se hace en la calle y a todas horas no es una novedad que desconociera. Quería su contagio cada mañana, por muy polvoriento e intrincado que fuera el trazado, donde todo enser, material o vegetal, se agolpa y sirve para algo, por insignificante que pueda parecer, viendo que la creatividad surge de los rincones. De la aceptación y curiosidad, que no rechazo, que mi semblante blanco, por oriundo, creaba en la multitud de transeúntes de ocupaciones varias.
Recuerdo el calor que pasamos el equipo de trabajo, pese a combatirlo con bebidas embotelladas y bolsas refrigeradas, exentas de la mineralización suficiente para mi costumbre, que provocaba seguir bebiendo constantemente, y creando algún desarreglo intestinal.
Recuerdo los paseos motorizados con algunos de mis compañeros, donde se aspiraba todo lo gasificado que el ambiente ciudadano da, mezclándose el mal cubicaje de algunos motores y lo asfixiante de la geografía, no importando la hora del día o de la noche. Y todo ello sin casco, pues no prolifera una normativa que prevenga posibles accidentes, que sí los hay, pero inconsecuentes. El sufrible tránsito, que Moumounni calificaba de « caos organizado », pero lleno de sentido común, preventivo, donde las aventuras se viven en los cruces con un respeto increíble pese la acumulación existente de dos y cuatro ruedas.
Y mi primer desayuno en tierra burkinabesa, esa exquisita tortilla de cebolla en un bar de la esquina de no se qué barrio y con los polluelos paseando con mamá, junto a las siempre presentes Yamahas automáticas del improvisado parking.
De la cena para recibir a los agotados padrinos de este proyecto, en un restaurante de cierto nivel junto a la plaza de las Naciones, que recreaba un exotismo que vende, donde la brocheta y demás platos eran lo suculento para la ocasión. Un grupo diverso que, entre pitos y flautas, desplegó un entusiasmo y sensibilidad para el objetivo propuesto sin igual, que desenmascaró una algarabía y tablas_ ¡que buenas las canciones de los 70' y 80', Javier!_ notable y ganas de continuidad. Al final, resultó que, algunos, y en esto el mundo es un pañuelo, éramos hasta vecinos de barrio en nuestra ciudad de origen. Recuerdo el trayecto a Tièbèlè, interminable pista salpicada con alguna colina que distraía el horizonte y la visita a la aldea Kassena, imperturbable desde hace siglos. Etnográficamente increíble y de una culturalidad somera. De habitantes discretos y muy cuidadosos con su patrimonio.
De jovencísimos alumnos muy aplicados en un proyecto escolar de periferias un poco olvidadas de la capital, que canturreaban la visita de los nasaras a cada paso que estos daban en su aula, al interrumpir éstos el programa de aquella mañana.
Recuerdo la solemnidad mossi de Martin, que como director de escuela en la primera cesión de bicicletas, exhibió en un « atrio » a rebosar del centro, donde estudiantes, cuadro directivo y padres de alumnos esperaban expectantes, soportando la canícula astral. El protocolo mostrado en el aperitivo posterior desplegó una confianza sin tenazas entre unos y otros, con opiniones y filosofías variopintas de diversa índole.
Un valor que se hizo persona en la regia figura de uno de los reyes que presidió otra de las entregas del material ciclista. Un distinguido cheik, ataviado con su sempiterna gala tradicional, su antiquísimo, simbólico y labrado sable, centrando la ceremonia y honrado por todos los asistentes al evento. De alocución breve, apenas inteligible, dio la suficiente relevancia a un acto de especial interés para aquel distrito educativo, plagado de sonrisas en una tarde de luna creciente.
También recuerdo a una estudiante con altas aspiraciones académicas, muy segura de sí misma, filmada y entrevistada hasta su sencilla residencia, como ejemplo para esas generaciones venideras, abrumada, quizás, por tanto boato y medios hacia su persona, que congenió de inmediato con su emocionada periodista particular.
Dejo otras cosas en el tintero, cuentos que obedecen a lo subjetivo y no creo que sirvan para ilustrar más comentarios, aunque toda menudencia da para otros escritos. Una excepción merece mi último pensamiento: el equipo con el que he tenido el gusto de colaborar, a veces estrechamente, y otras más, de modo esporádico... La perseverancia diaria de Moumounni y su convencida y enérgica actitud de futuro, olvidándose, a veces, de que es un africano residente en Europa. De discusiones que hacen crecer positivamente los argumentos a favor, aunque sea en lengua morè. Con la inestimable ayuda de un meticuloso y constante Fernando, sabedor de que los instrumentos, sean los que sean, tienen que ser explotados al máximo para un rendimiento óptimo. Por supuesto, con el estómago lleno. El resto del equipo de apoyo, una joya de voluntariedad manifiesta para que las cosas lleguen a buen puerto, si es necesario.




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