No todo es tan fácil como se cree.

 

Digan lo que digan, las mañanas africanas son esplendorosamente frescas. A las 5.30 también. Como mi menda larenda es solar, sigo escrupulosamente las normas del astro rey sin rechistar. Eso me provoca problemas cuando a las 21.45 nos reunimos el trío calavera para evaluar lo acontecido en el día, que es mucho. Los temas de logística en tierras africanas deben de solventarse, en ocasiones, con un « según y cómo », puntualmente. La idiosincrasia local tiene sus particularidades...y hay que seguir la norma a rajatabla. Es otro continente. No voy a entrar en detalles por la dura conversación en moré_ es evidente que no entendí ni flowers, pero el tono hace la música_ a la que asistí por culpa de la dejadez en el transporte, perjudicando así unos pocos infantes ilusionados en recorrer polvorientos caminos a dos bellísimas ruedas, ni la picaresca de un director de escuela que, bajo mi experiencia, tiene como principal problema una cuestión urbanística de inicio para continuar con su proyecto.

Ayer fotografiamos a todo un grupo de alumnos con sus respectivas bicicletas nominadas en listado exhaustivo, proporcionado por la dirección del centro y nuestro control, bajo un tórrido plomo. Me llamó la atención en que se mostraran modositos la mayoría, encantados unos cuantos, desafiantes pocos, y napoleónico, uno. Pura antropología visual, diría. Sin embargo, cuando les provocabas para la sonrisa, todos ponían de su parte fácilmente para que la escena resultara de lo más placentero. Creo que la política mundial ganaría muchos enteros con el colgate de común denominador. Gracias a ello, este sufrido equipo de colaboradores fue obsequiado, habida cuenta de la proximidad de la fiesta, con un ungulado de cuatro patas. ¿Será culpa del dentífrico o de la amabilidad africana? El cordero pace tranquilamente sin sospechar nada.

Nos vemos.